Said
marzo 28, 2007
Si bien es cierto (y resulta incluso desalentador) que las principales fuentes de información están sin embargo controladas por los intereses de los más poderosos y, en consencuencia, por los antagonistas mismos a los que uno combate y ataca, también es verdad que hay una energía intelectual relativamente móvil que puede beneficiarse de las plataformas disponibles hasta conseguir multiplicarlas. Así pues, por una parte hay seis enormes multinacionales presididas por seis hombres que controlan la mayor parte de las imágenes y noticias que se difunden por todo el mundo. Por otra, están los intelectuales independientes que conforman en realidad una comunidad incipiente, aislada físicamente entre sí pero conectada de muy diversos modos a un gran número de comunidades de activistas que los medios de comunicación más importantes eluden, pero que no obstante disponen de hecho de otras variedades de lo que Swift denominaba con sarcasmo "artefactos oratorios". Pensemos en el impresionante abanico de posibilidades que ofrece la tarima del conferenciante, el panfleto, la radio, las revistas alternativas, los periódicos, las entrevistas, las concentraciones, el púlpito de una iglesia e internet, por citar solo algunas. Es cierto que resulta un inconveniente considerable descubrir que es poco probable que a uno le hagan una entrevista para el programa NewsHour de la PBS o Nightline de la ABC, y que si de hecho nos preguntan, nos ofrecerán un solo minuto aislado e inaprensible. Pero después quizá sí se presenten otras ocasiones, y no en el formato de un pellizco de tiempo, sino más bien en tramos más amplios. De modo que la rapidez es un arma de doble filo. Tenemos la rapidez del estilo reduccionista de los eslóganes, que constituye el ragos principal del discurso de los expertos -certero, rápido formulario, y de apariencia pragmática-, y tenemos la rapidez de respuesta y el formato que los intelectuales y ciertamente muchos ciudadanos pueden aprovechar con el fin de ofrecer manifestaciones más completas y plenas de un punto de vista alternativo. Estoy sugiriendo que, si aprovechamos lo que está a nuestro alcance bajo numerosas plataformas de muy diverso cuño (o "escenarios ambulantes", otra expresión de Swift) y la disposición alerta y creativa de un intelectual que las sepa rentabilizar (es decir, plataformas que no están al alcance de la personalidad televisiva, no del experto o el candidato político, y que no pueden quedar eclipsadas por ellos), se puede iniciar una discusión más amplia
Edward Said (2006). La función pública de los escritores e intelectuales. En: Humanismo y Crítica Democrática. Caracas: Debate.
Edward Said (2006). La función pública de los escritores e intelectuales. En: Humanismo y Crítica Democrática. Caracas: Debate.
Etiquetas: Teoría y Crítica
P. E. Rodríguez/R.Coll @ 6:35 a. m.,