Lecciones de Física Neobolivariana
febrero 23, 2007
Como señala la bitácora de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (AsoVAC):
Mendoza, quien es investigador titular del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC, fue señalado de irresponsable y amenazado públicamente con la aplicación del reglamento del Instituto –en un artículo que señala los motivos por los cuales un investigador puede ser despedido- por el Consejo Directivo, tras emitir opiniones en torno al interés venezolano en la materia nuclear.Casi un mes más tarde, el director del IVIC, Máximo García Sucre, le envió una comunicación a Mendoza conminándolo a entregar pruebas que sustenten sus opiniones, dándole para ello un plazo de 30 días que comenzaron a correr desde mediados de octubre.
La carta del consejo directivo del IVIC, representado por Máximo García Sucre, decía, entre otras cosas, lo siguiente respecto al artículo publicado por el investigador:
"pudiera afectar seriamente la credibilidad institucional, toda vez que el IVIC es la institución responsable de la mayoría de las actividades que en Venezuela tienen que ver con energía nuclear y sus aplicaciones pacíficas" (Las cursivas van por la casa).
Nótese el tiempo verbal, típicamente neolengual: pudiera. Pudiera, naturalmente, es como decir casi todo en el mundo (v.g: "pudiera caer ahora mismo un meteorito", y así , mutatis mutandis).
Más adelante, la carta de García Sucre sigue de la siguiente forma:
"en el citado artículo se desprende que usted trata abiertamente de hacer aparecer a la nación venezolana como involucrada en actividades que pudieran acarrear graves daños a la seguridad del Estado”.
Ante semejantes recriminaciones ejecutadas por el consejo directivo, para el que se fijó un plazo de 30 días para ejecutar una defensa por parte del investigador, uno esperaría encontrarse con un material incendiario, panfletario, dislocado. Ese, sin embargo, no es ni remotamente el caso. El artículo escrito por Mendoza puede ser consultado pulsando justo aquí. Vale la pena leerlo como un ejercicio de constatación de neolengualidad paranoide, pues de siete párrafos, cinco están dirigidos explícitamente al tema del enriquecimiento del uranio y sólo los dos finales hacen alusiones más o menos explícitas a los temas de locura de los gobiernos. El penúltimo párrafo, por ejemplo, dice lo siguiente:
"El proceso se lleva a cabo por dos métodos: difusión gaseosa y, más recientemente, con centrífugas; así que una indicación del nivel de enriquecimiento deseado, y por ende de las intenciones del nuevo socio nuclear, se puede estimar por el número de centrífugas que utilice. Unas de las interrogantes recurrentes en la obra Copenhague es si un físico de la talla de Heisenberg, Premio Nobel en 1932, estaba realmente dispuesto a construirle una bomba atómica a un loco como Hitler. También hemos discutido hasta la saciedad si Hiroshima y Nagasaki se hubieran podido evitar, y el consenso es que por ninguna razón se deben repetir"
Difícil no estar de acuerdo. En todo caso, la única alusión a Venezuela, o al gobierno de Venezuela, (por demás, enteramente razonable y ante la que un bueno número de ciudadanos estaríamos dispuestos a suscribir), dice así:
Sin embargo, a pesar del fin de la Guerra Fría, el arsenal del club nuclear crece cada vez con mayor sofisticación. ¿Queremos de veras sobrevivir? Nos aterra la intransigencia de los países que decididamente se quieren colear: Corea del Norte, Irán y nuestra querida Venezuela. Pero en nuestro caso algo nos da tranquilidad: el desprecio revolucionario por los expertos. Aquí se construyen puentes sin ingenieros, se hacen diagnósticos sin médicos, se refina petróleo sin petroleros, se enseña sin ser maestro, se gobierna sin ser estadista. Explotaremos entonces la energía nuclear obviando a los físicos.
Esas declaraciones fueron base suficiente para que Mendoza fuese removido de su cargo como jefe del laboratorio de física computacional en el IVIC el día 2 de Febrero de este año. Nótese: removido, no despedido del instituto. Sin embargo, el efecto control ya está hecho. El efecto ejemplarizante, también.
La carta de remoción decía:
el tono irrespetuoso del artículo, lleva al consejo directivo a perder la confianza depositada en él para dirigir un laboratorio de un centro de la importancia del Centro de Física del IVIC
(Por cierto, para lo que pueda valer, no está de más decir que el consejo directivo está conformado por: Máximo García Sucre, Ángel Viloria, Raúl Padrón y Oscar Noya (representantes del Ministerio de Ciencia), Luis Burguillos y Jesús Acosta (delegados laborales) y Prudencia Chacón (Ministerio de Educación Superior); supongo que no queda nadie afuera de este exclusivo club).
La carta agrega, además, esta perla, refiriéndose a la obvia utilización que hace Mendoza del derecho constitucional de libertad de expresión que suscribe en su defensa ante el soviet científico del IVIC:
"el hacer uso del derecho a la libertad de expresión trae como consecuencia una responsabilidad que el doctor Mendoza debe asumir".
Así de sencillo. Así de expedito. O lo que es más o menos igual: usted tiene toda la libertad de decir, pero yo la tengo exactamente igual de censurar lo que uste diga con medios desproporcionadamente superiores a los usados por Usted.
Una entrevista reciente a Claudio Mendoza sobre estos acontecimientos puede leerse aquí. En todo caso, ya que la estrategia neolengual consiste en suprimir las palabras, por acto contrario, a continuación la trascribo, casi en su totalidad:
-La carta de destitución dice que los argumentos de su defensa no son satisfactorios.
–A los 3 días de publicado el artículo salió un remitido del consejo directivo del IVIC en el que me descalificaban y decían que tenía 30 días para presentar las pruebas de lo que había escrito.
Les envié un dossier bastante grueso acerca de las fuentes que usé para escribir. Había más de 30 artículos publicados no sólo en Venezuela sino en el exterior sobre el tema. Allí incluía pruebas de los problemas que existen entre los gremios venezolanos y el gobierno. Digo en el texto que hay un desprecio revolucionario por los expertos, algo que mi destitución reafirma.
–¿Cuánto tiempo tenía usted como jefe de laboratorio?
–El laboratorio de física computacional lo hice yo, desde el principio, hace como 10 años. Publicamos un promedio de 15 papers al año en revistas científicas reconocidas. Allí trabajan investigadores de alto nivel y estudiantes de posgrado. Se usa la computación como herramienta para elaborar modelos físicos y matemáticos en una gran cantidad de áreas: astronomía, física, salud.
–¿Cree que los científicos deben tener una voz política?
–Es inevitable. La ciencia tiene la responsabilidad de alertar a la sociedad sobre los cambios que están ocurriendo. Pasa con el calentamiento global o las células madres. Hay casos emblemáticos. Robert Oppenheimer no estuvo de acuerdo con la carrera armamentista, y lo destruyeron. Andrei Sajarov pagó con exilio su oposición a que la URSS invadiera Afganistán. Hitler persiguió a los científicos judíos. La ciencia y la política tienen un matrimonio problemático.
–Dice en su artículo que Venezuela está entre quienes quieren colearse al club nuclear.
–Pocos meses antes Bush había dicho que quería impulsar la energía nuclear. El presidente Chávez había también declarado que iba a desarrollar la energía nuclear estratégicamente. Luego suceden una serie de acontecimientos, por el acercamiento del país a Irán, un país cuyo programa nuclear es visto con desconfianza en occidente.
–¿Cree que por lo ocurrido otros científicos se abstendrán de opinar?
–Creo que esa es la idea, que la gente tenga miedo. En mi caso, he tenido apoyo de la Sociedad Americana de Física, de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia, de la Asociación para el Progreso de la Investigación Universitaria, la Sociedad Galileana y la Asociación de Investigadores del IVIC.
–Usted formó parte del movimiento opositor Gente de Ciencia, ¿esto es una represalia?
–Puede que haya algo de eso. En 2002 yo era presidente de la Asociación de Investigadores del IVIC y asumimos un papel muy activo, fue un movimiento muy amplio.
No estuvimos en el paro, pero apoyamos a la gente de Intevep. El despido de más de 800 investigadores de esa institución es una de las grandes catástrofes del país.
Etiquetas: Cortadles la cabeza
P. E. Rodríguez/R.Coll @ 9:15 a. m.,
4 Comments:
- At 3:25 p. m., Cronopio dijo...
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Lo ocurrido con Mendoza es terrible. Creo que se nos estrella en la cara como una bofetada ante la cual no podemos hacer nada. (por cierto, Tulio Hernandez escribió un maravilloso artículo al respecto el pasado domingo de carnaval, que te puedo hacer llegar por correo si lo deseas).
Actos como ese forman parte del catálogo de contradicciones revolucionarias: tu puedes decir lo que quieras, siempre que a mi me guste. Hace recordar aquella famosa frase de Henry Ford en la que decía que la gente podía comprar el carro del color que quisiera, siempre que fuese negro.
Me encanta la iniciativa del blog. Como sueles decir tu, me tendrás por acá con frecuencia.
Un fuerte abrazo - At 11:36 p. m., P. E. Rodríguez/R.Coll dijo...
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Tal cual, Cronopio. Es la frase de Ford en clave neolengual.
Pero tampoco se trata de no poder hacer nada. Se puede hacer algo, aunque no sea mucho: no quedarse en silencio y validar estas acciones, precisamente, en esa complicidad que significa no opinar.
Te tomo la propuesta del artículo de Hernández. Justo ese domingo estuve fuera y no pude leer el periódico.
Un abrazo. - At 6:46 p. m., dijo...
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Has tenido una excelente iniciativa al crear este blog. En estos tiempos de locura y apasionamiento boli-revolucionario, hacen falta espacios serios, documentados y reflexivos que permitan darle letra a tanta emoción desbocada.
Con respecto a la situación de Mendoza, es simplemente lamentable. Una muestra más del acaparamiento de poder que, cada vez más, logra este régimen.
De nuevo, felicidades, y ya estaré de nuevo por estos lares.
Saludos. - At 11:10 p. m., P. E. Rodríguez/R.Coll dijo...
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Nassrim: En esto, como en tantas otras cosas del vivir, agradezco inmensamente la buena disposición de tu cálida mirada.
Un beso.