Apertura
enero 01, 2007
En 1948, poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial, Eric Arthur Blair, (aka) George Orwell, ideó una distopía escalofriante, la llamó: 1984. O lo que es igual: la prefiguró reflejada en el espejo de su propio almanaque, de su propia época.
Han pasado ya más de veinte años de esa fecha distópica y, aunque siempre existirá algún delirante que apueste a la teoría del complot, puede pensarse que muchas de las predicciones orwellianas describen con elegancia e ironía algo de lo que sabemos sobre las tentaciones autoritarias de las últimas décadas.
Han pasado ya más de veinte años de esa fecha distópica y, aunque siempre existirá algún delirante que apueste a la teoría del complot, puede pensarse que muchas de las predicciones orwellianas describen con elegancia e ironía algo de lo que sabemos sobre las tentaciones autoritarias de las últimas décadas.
Una de ellas, posiblemente la más aterradora, pues apunta con precisión a un engranaje de efectos precisos y sutiles, tiene que ver con la existencia de una neolengua (newspeak), un instrumento diseñado por el Gran Hermano que, dentro del código de la república de Oceanía, habría de sustituir la viejalengua (oldspeak) en un plazo que no habría de sobrepasar al año 2050.
El razonamiento de una neolengua es simple, aséptico. Como explica el mismo Orwell en sus Principios:
La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos del Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. Lo que se pretendía era que una vez la neolengua fuera adoptada de una vez por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier pensamiento herético, es decir, un pensamiento divergente de los principios del Ingsoc, fuera literalmente impensable, o por lo menos en tanto que el pensamiento depende de las palabras. Su vocabulario estaba construido de tal modo que diera la expresión exacta y a menudo de un modo muy sutil a cada significado que un miembro del Partido quisiera expresar, excluyendo todos los demás sentidos, así como la posibilidad de llegar a otros sentidos por métodos indirectos. Esto se conseguía inventando nuevas palabras y desvistiendo a las palabras restantes de cualquier significado heterodoxo, y a ser posible de cualquier significado secundario. Por ejemplo: la palabra libre aún existía en neolengua, pero sólo se podía utilizar en afirmaciones como «este perro está libre de piojos», o «este prado está libre de malas hierbas». No se podía usar en su viejo sentido de «políticamente libre» o «intelectualmente libre», ya que la libertad política e intelectual ya no existían como conceptos y por lo tanto necesariamente no tenían nombre. Aparte de la supresión de palabras definitivamente heréticas, la reducción del vocabulario por sí sola se consideraba como un objetivo deseable, y no sobrevivía ninguna palabra de la que se pudiera prescindir. La finalidad de la neolengua no era aumentar, sino disminuir el área del pensamiento, objetivo que podía conseguirse reduciendo el número de palabras al mínimo indispensable
Más allá de Orwell, más allá del mundo alucinado de su ficción, la noción de una neolengua es también una metáfora útil en los momentos en los que pensamos en el habla del poder, en las variaciones, escondrijos, sutiles golpes de efecto que gravitan silenciosamente bajo el gesto del control.
De eso trata este blog: del ánimo de construir un registro de algunas de las hablas neolenguales de este principio de siglo XXI dentro de las que el neobolivarianismo, del que nos ocuparemos preferencialmente, es la más cercana pero, apenas, una de ellas.
Vía del texto Original de Orwell: Utopía, Motor de Búsqueda,Universidad Complutense de Madrid
Etiquetas: Escritorio
P. E. Rodríguez/R.Coll @ 6:55 p. m., ,